Por Edgardo P茅rez Castillo
"Humildad y trabajo". Pasaron dos horas de f煤tbol t谩ctico y 谩spero contra Holanda. Se acaban de ir los penales que nos gui帽an una nueva final y ah铆 nom谩s, en la cancha, el periodista tira el anzuelo para ver si el tipo engancha y escupe algo de rabia. Pero Sabella no piensa en revanchas ni venganzas hist贸ricas: el tipo valoriza la humildad y el trabajo.
Alejandro Sabella fue un crack al que la contemporaneidad no le tir贸 los mismos centros que a otros talentos. Por caso, el propio Neymar, estrella quebrada, s铆mbolo y esperanza de este humillado anfitri贸n mundialista, hubiera sido apenas un recambio de lujo en el Brasil campe贸n del 70, o incluso 茅se del 2002.
A Sabella lo saben crack en Sheffield, en River y en Estudiantes, que en el 82 lo tuvo como integrante de ese mediocampo de lujo con los talentosos Ponce y Trobbiani, y con un h谩bil laburante como Miguel Russo. El Estudiantes del que sistem谩ticamente buscan olvidarse los reduccionistas que pintan al doctor Carlos Salvador Bilardo como un defensor del juego r煤stico. El brillante Estudiantes campe贸n que gan贸 21 de sus 36 partidos, con 50 goles a favor y s贸lo tres derrotas. Ah铆 brillaba Sabella, ese crack al que le toc贸 en suerte compartir tiempo con el enorme Beto Alonso. Un virtuoso, Sabella, que supo lo que era quedar fuera de un Mundial y tuvo que ver c贸mo en M茅xico 86 la descos铆a ese petisito ruliento que le gan贸 el puesto: el Diego, el m谩s grande entre los grandes.
Nota HdP si las hay! Clic para ampliar |
Pasaron 28 a帽os y a Pachorra le tiran el anzuelo encarnado con sabor a venganza, pero el tipo no tiene facturas pendientes. Ni siquiera despu茅s de haber sido vilipendiado, burlado, insultado por el mediocre periodismo argentino que ahora se golpear谩 el pecho y jurar谩 con gloria morir. O por esa raza pestilente de comentaristas virtuales y an贸nimos, que destilan odio vomitando resentimiento hacia todo aquello que no cuadra con sus m铆seras existencias.
De pronto, ahora los argentinos queremos ser como la ordenada Alemania, la met贸dica Alemania, la rigurosa Alemania. Existimos queriendo ser, siempre, algo que no somos. En esa gimnasia masturbatoria de anhelar virtudes ajenas, borramos los valores de nuestra propia historia. Elegimos olvidar que somos hijos de los abor铆genes apaleados y los inmigrantes brutos que sobrevivieron aferrados a su mayor virtud: la vocaci贸n por el trabajo.
Pretendiendo una herencia que es pura ilusi贸n, esquivamos el laburo y teorizamos sobre c贸mo poder ser 茅so que no somos. Tendr铆amos que ser como los alemanes, repetimos ahora como un mantra mientras tiramos nuestra basura en la calle, cruzamos un sem谩foro en rojo, le cagamos el estacionamiento destinado a los discapacitados, evadimos lo que pueda evadirse (impuestos, ganancias, la cuota del club). Lo repetimos mientras nos colamos en el bondi o le tocamos el culo a una mina en el boliche. Lo repetimos para olvidarnos que la patria tambi茅n se construye desde los peque帽os gestos cotidianos.
Lo sabe Sabella, laburante silencioso. Lo sabe mientras responde pacientemente, mientras esquiva las chicanas y elabora conceptos que van m谩s all谩 del f煤tbol. Habla de solidaridad, de entender al otro. Habla con una honestidad intelectual que deber铆amos comprender y replicar. Entre tanta intolerancia, entre tanta defensa de supuestas verdades absolutas, anulamos a todo aquel que piensa distinto. Nos cagamos en intentar pensar como el otro, en escucharlo, en disentir con argumentos. El otro, el distinto, es un hijo de puta. Asunto resuelto.
A Sabella le tiran el anzuelo encarnado con rencor acumulado, revestido del palabrer铆o barato que etiquet贸 y desestim贸 a un proceso de trabajo de a帽os, de meses, de d铆as intensos. Podr铆a entonces recordarnos que la tenemos adentro, pero a diferencia del petisito ruliento (茅se de las contradicciones enormes como su f煤tbol), el tipo habla de humildad y trabajo. Los mismos valores que enarbol贸 como bandera Osvaldo Zubeld铆a, que hered贸 Bilardo y que Sabella respeta como hijo adoptivo de una escuela entra帽able. Lo sabemos los pincharratas, mientras lo defendemos con orgullo tambi茅n a la distancia, ac谩 en Rosario, en la redacci贸n de Rosario/12, entre leprosos y canayas que hoy pueden abrazarse en la victoria. Lo sabemos los pincharratas, eligen olvidarlo los detractores.
Le tiran el anzuelo y Alejandro podr铆a subirse al pedestal del triunfo para recordarnos, a todos y cada uno, c贸mo pintamos con mierda lo que ellos buscaron construir poniendo por encima de todo aquellos valores que heredamos de nuestros indios apaleados y nuestros abuelos laburantes. Los valores que preferimos esconder mientras anhelamos ser algo distinto a lo que somos. Le tiran el anzuelo y Sabella no pica. Humildad y trabajo, carajo.